la derrota es la consciencia de la derrota.
De este lado de la mentira,
de este saberse carne,
la cajita de cobre que tenía el crisol en la garganta
ahora se desgrana como clavos colgados del deicidio
para que el rito se encienda
en la concavidad de las manos que tocaron el fulgor
y vuelven las palmas como gritos anclados en la noche,
como el día en que hundiste las rodillas en el tiempo
y le quitaste sobriedad.
El televisor fluctuaba
entre la temporalidad del vuelo
y las anomalías cruzadas por amoríos deformes;
hoy no es más que un cálculo adiestrado
que hay que aprender a redimir,
no a retratar ni a amortecer,
pero a redimir,
porque así de tibio es este infierno.
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